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Artistas piensan los bordes en Norte de Santander.

By In Noticias On 3 mayo, 2016


El pasado viernes 6 de mayo el Museo de Norte de Santander inauguró la exposición titulada Tránsitos, la cual involucra el trabajo de jóvenes artistas que piensan los bordes y el cruce fronterizo, bajo la lectura de la curadora Susana Quintero. La muestra estará abierta al público hasta el mes de junio de 2016.

Inauguración Susana Quintero

Los artistas que conforman la muestra son: Alejandro Jauregui, Alicia Caldera, Catalina Bonilla, Grecia Quintero, Semillero de investigación Arte Cuerpo Territorio Unipamplona, Soraida Contreras.

Las fronteras son siempre territorios de encuentro, en donde dos o más “objetos del mundo” confluyen para afirmar su identidad y existencia. La piel limita y contiene los cuerpos; los márgenes territoriales definen naciones; los métodos, técnicas y prácticas diferenciadas establecen disciplinas profesionales. Toda actividad humana requiere de una estructura limitada que permita su comprensión y manejo. Pero es en el borde, en la condición porosa de las fronteras, donde habitan las posibilidades de encuentro o confrontación. Son los espacios de interdependencia e interrelación donde sucede la vida y más allá de las individualidades, las nacionalidades o las especificidades, la fuerza vital permea los límites y requiere las mezclas. Nada ni nadie puede ser autónomo, inmaculado ni cerrado en este mundo.

Esta exposición reúne nueve obras de cinco artistas jóvenes y un video experimental, producto del trabajo de investigación desarrollado por un grupo de estudiantes de Artes Visuales de la Universidad de Pamplona en el Semillero Arte, Cuerpo y Territorio. Todos han habitado en la frontera colombo-venezolana. Todos miran atentamente a su entorno. Las acepciones de borde aquí presentadas abarcan un amplio espectro. Borde como piel que separa los cuerpos y provee del tacto que los une. Borde como límite fronterizo que marca el territorio de un país. Obras de arte que tensan los bordes y dejan de ser objetos cerrados y acabados.

El cuerpo es el lugar primero. El vehículo de la vida y el primer espacio de identidad. Allí se manifiesta la raza, el género, la genealogía, la historia. Sólo el cuerpo tiene la cualidad de ser macho o hembra, negro o blanco, joven o viejo, ágil o torpe. Es en la relación cuerpo-espacio donde se perciben los límites del mundo y se intenta superar sus bordes.

Las naciones son artefactos culturales, territorios regidos por un orden político administrativo, que han devenido en espacios de identidad. En el sentido moderno, una nación es un trozo de tierra con límites (más o menos) establecidos dentro de la cual se aplica una forma de gobierno y una leyes particulares que rigen para todos lo que han nacido o habitan ese territorio. Ser nacional quiere decir que se es ciudadano de esa Nación y se cumple con los deberes y derechos reglamentados en sus leyes. Las fronteras nacionales son ese lugar del territorio que está en el borde, que es fin y principio del país, que separa a una nación de otra. Pueden entenderse como un espacio de encuentro, de transición e intercambio o como un problema de seguridad nacional donde el vecino es visto como una amenaza.

El arte es un campo de acción humana que desde el inicio de la modernidad tendió a separarse de otras prácticas y definir una función autónoma y estética separada de lo cotidiano. Alejado de la vida el arte erigió sus propios templos, los museos, y se preocupó por lo trascendente. Pero sólo vivir de la belleza no es posible, ni siquiera para el arte, y la fuerza de mundo se ha ido colando en las prácticas artísticas actuales. Hoy las obras no tratan de asuntos metafísicos sino cercanos, no están hechas para cautivar la vista sino el pensamiento, no se quedan encerradas entre paredes blancas sino que salen a interrogar a los problemas de la realidad.

En esos tres bordes juega esta exposición: cuerpo, frontera, arte. Allí nos invitan los artistas participantes, veamos cómo.

Catalina Bonilla explora los límites de lo femenino, lo ancestral, tratando de comprenderlo desde su cuerpo en relación con el lugar que habita y en clave de otredad. En la acción en tres tiempos Tríptico de la niebla, la atmosfera nublada es un elemento de escritura que representa las emociones femeninas, su impermanencia y atemporalidad, la fotografía digital Spektrum (Línea negra) contiene un registro editado del proceso, es obra y es documento. Otro documento es, Sin título, el registro en video de la experiencia participativa Hilos fronterizos, proyecto que participó en la tercera edición de la Lunada del Rosario Antiguo y enlazaba colores y banderas invitando al público a participar en esos caminos de color. La obra original “desapareció” de la calle en la que estaba dando otra dimensión al proceso. La apropiación fue extrema, lo público devino privado y la pieza sólo existe en soportes digitales e inmateriales.

2219 es el título de la obra de Alicia Caldera, 2219 kilómetros es la longitud de la frontera colombo-venezolana. La fotógrafa zuliana radicada en Bogotá, nos presenta un ejercicio gráfico, que reúne retrato y texto, y surgió de su conversación con un poeta cucuteño. El escritor contó a la fotógrafa que tiene un texto dedicado a sus dos tías Gloria, la venezolana y la colombiana, cada una evocada en el coro del himno nacional de su propio país. “Oh gloria inmarcesible”/ “Gloria al bravo pueblo”, dos himnos que los habitantes de esta larga frontera conocen muy bien y pueden repetir con fluidez sin importar mucho en cual lado del borde hayan nacido.

Soraida Contreras ha documentado las vivencias de su entorno de dos formas muy distintas. En El paso, antes y después, a través de una extensa serie fotográfica, da cuenta de las actividades cotidianas en el Puente Simón Bolívar, lo que era habitual antes del cierre unilateral decretado por el gobierno venezolano en agosto de 2015 y lo que sucede hoy en día luego de casi nueve meses de bloqueo. Mientras que en Conectados, pieza textil y colaborativa, los límites explorados son otros, corresponden a los límites objeto-espectador, es el público quien ha construido la pieza al dejar testimonio de sus deseos, preocupaciones o miedos, para compartirlos o conjurarlos. Además los límites de la creación pierden sus bordes porque la pieza es producto de la suma de tres proyectos anteriores de la joven artista.

Alejandro Jauregui es un artista de intuiciones, su particular mirada le permite apropiarse de elementos muy sencillos para reagruparlos usando una gramática nueva. Desplazamientos es una pintura plana, tricolor, sobre un vidrio, que representa una casa con la forma esquemática que usan los escolares, sólo el movimiento del espectador puede descubrir el juego propuesto, juego que sintetiza de modo efectivo la realidad. En Rutinas y mercancías elementos de origen natural cambian de lugar, se agrupan de forma novedosa y recrean un día cualquiera, en una frontera cualquiera.

Grecia Quintero en sus dos obras aborda la vida en frontera desde su perspectiva personal y desde el encuentro con otros. En Historia de frontera es una instalación sonora, compuesta por relatos de personas que viven su relación con el país vecino de manera íntima y cercana, que se sienten parte de dos naciones y comprenden el territorio fronterizo desde una dimensión transnacional. Los relatos muestran como han sido afectados los individuos por la decisión política y radical de cerrar la frontera. Un cierre que ha separado familias, rotos lazos laborales y dejado sin hogar a cientos de personas que se sienten parte de los dos países. Territorio es el registro de un performance que nace de las vivencias de la artista, de sus propios orígenes binacionales, entendiendo el territorio como algo que está más de un mapa o de un cuerpo, un territorio propio configurado por la vida y los andares, que parece difuminarse en el paso natural de un país a otro, en la necesidad mutua, en los nexos culturales compartidos y los espacios políticos señalizados por una línea imaginaria.

El Semillero de investigación Arte Cuerpo Territorio de la Universidad de Pamplona, es dirigido por la profesora Catalina Bonilla con estudiantes de Artes Visuales que ya superan la mitad de su formación universitaria. En la versión 2016 se ha buscado desdibujar las fronteras académicas proponiendo ejercicios libres de evaluación que profundicen, desde la idea del movimiento, en las posibilidades de la libertad y ensoñación como elementos capaces de enriquecer el discurso personal. Se planteó buscar movimiento (danzado) y luego conjugarlo con imágenes diversas que profundizaran en aspectos de territorio, tanto geográfico como de otras posibles acepciones, comprendiendo lo audiovisual como soporte de dos mundos y dos plataformas de representación.

Susana Quintero Borowiak
Curadora

 


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